La religión islámica se divide en tres partes constitutivas: el Imân, la Fe, que comprende todo lo que hay que creer; el Islam, la Ley, que comprende todo lo que hay que hacer; y el Ihsân 1, la Virtud operativa, que confiere al creer y al hacer las cualidades que los hacen perfectos o, dicho de otro modo, que intensifica o hace más profundas la fe y las obras. El Ihsân es, en suma, la sinceridad de la inteligencia y de la voluntad; es nuestra adhesión total a la Verdad y nuestra conformidad total a la Ley, lo que significa que debemos, por una parte, conocer la Verdad enteramente, no sólo en parte, y, por otra, conformarnos a ella con todo nuestro ser esencial, no sólo con una voluntad parcial y superficial. Así es como el Ihsân desemboca en el esoterismo —que es la ciencia de lo esencial y lo total— e incluso se identifica con él; pues ser sincero es extraer de la Verdad las máximas consecuencias, desde el doble punto de vista de la inteligencia y de la voluntad; en otras palabras, es pensar y querer con el corazón, luego con todo nuestro ser, con todo lo que somos.