El mundo vulgar y cotidiano de Alice se volvió del revés cuando la contrataron para planificar el baile con el que se inauguraría la nueva sede de la empresa del magnate Cameron Hunter.
Atónita por la invitación, de repente se encontró bailando en brazos de su delicioso jefe, luciendo un vestido deslumbrante y sintiéndose como una princesa.
Pero era inevitable que sonaran las doce campanadas y Alice sabía que el lunes por la mañana todo volvería a la normalidad. Hasta entonces, estaba dispuesta a disfrutar al máximo de cada segundo.
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