El conde de Treybourne no estaba dispuesto a dejarse vencer por un insignificante periodista, así que se dirigió a Edimburgo haciéndose pasar por un sencillo señor Archery dispuesto a descubrir al misterioso escritor. Era un plan perfecto hasta que se encontró con la bella señorita Anna Fairchild, una gran distracción.
Anna no tenía el menor deseo de encontrar esposo, pero lo cierto era que sentía una extraña afinidad hacia aquel enigmático caballero. Ella también tenía secretos que ocultar y sabía que aquel peligroso juego podría poner en peligro el frágil vínculo que había surgido entre ellos.
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