El plan originario de Ford Langley no había sido comprar la compañía de Kitty. Pero cuando investigó a su misteriosa amante, descubrió que Kitty Biedermann era la heredera de un imperio dedicado a la joyería. Para Ford, era la oportunidad perfecta de trasladar las conversaciones del despacho al dormitorio.
Sólo había un problema: Kitty no pensaba caer en sus brazos. Estaba decidida a luchar con uñas y dientes por su compañía pero, ¿estaba preparada para sus tácticas de fusión?
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