Se había casado con ella para salvarla de un matrimonio que no deseaba. Ahora, doce años más tarde, Paolo Mancini había regresado a decirle a su mujer, la bella Helene Grainger, que por fin podían divorciarse.
Paolo seguía siendo el mismo italiano apasionado y guapo con el que Helene se había casado, pero ahora era un hombre diferente: un hombre de éxito y sin piedad. En esa única noche que pasaron juntos, Paolo se dio cuenta de lo que había perdido… no podía dejar escapar a su esposa.
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