Cuando Chelsea se dio cuenta de que había intercambiado el teléfono móvil con otra persona sin darse cuenta, supo cómo terminaría aquello: volvería a la ciudad, realizaría un intercambio de teléfonos con algún hombre mayor y barrigón y seguiría su camino.
Pero se había equivocado, porque el hombre en cuestión era Damien Halliburton, un millonario increíblemente sexy fuera de su alcance. Chelsea había renegado de los hombres hacía mucho tiempo, pero con un tipo tan atractivo, ¿cómo iba a negarse a su perversa, seductora y sumamente indecente proposición?
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