Antonio Ortuño es un gran prosista, atributo que, supongo, deberíamos esperar de cualquier escritor. Sin embargo, no pasa así. Es común que se publiquen libros apresurados, de prosa oscura o, peor, descuidada. Hay ejemplos famosos de libros premiados en concursos dotados generosamente que tienen una prosa plagada de palabras mal puestas. Son así por culpa de la patanería del autor, el corrector, el editor y también por la avaricia. Libros como salchichas de pavo. Los de Ortuño, al contrario, están cuidados con esmero detallista.
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