Robert O'Neill afirma que fue él quien mató a Osama bin Laden, y nadie lo ha desmentido. Pero esto es lo menos importante de su vida y de lo que nos cuenta en este libro. Porque O'Neill intervino en unas cuatrocientas misiones de guerra en Irak y Afganistán, participó en la operación que liberó al capitán Phillips de los piratas somalíes y en el rescate del «único superviviente» Marcus Luttrell, por todo lo cual fue condecorado en cincuenta y dos ocasiones, incluyendo dos estrellas de plata y cuatro de bronce. Y porque su libro no es solo un relato de lucha, de convivencia con unos compañeros de quienes dependía su supervivencia, sino también la historia de un hombre que ha vivido la dura experiencia de los SEAL, preocupado por su esposa y sus hijas, por la casa y la hipoteca, en unos años en que apenas podía pasar unos pocos días en su hogar y en que cada despedida podía ser la última.