Los acontecimientos que se produjeron en Salem, Massachusetts, en 1692, durante los cuales casi doscientas personas fueron acusadas de practicar la brujería, y que terminaron con la ejecución de varios inocentes, son una manifestación perversa del pánico de las autoridades ante la pérdida de poder y su empeño por restaurarlo. Lo que empezó siendo un juego de niñas terminó convirtiéndose en un instrumento para hacer volver a los colonos al redil de la fe y las buenas costumbres, estableciendo una suerte de imperio del terror. El paralelismo entre Salem y los albores de la Guerra Fría figura en el mapa de nuestra conciencia histórica gracias a la obra del genial dramaturgo norteamericano.