Escucha, Israel, El Señor, Nuestro Dios, Es Uno. Y amarás a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio, VI, 5). Esta expresión fundamental del monoteísmo sinaítico encierra los dos pilares de toda espiritualidad humana, a saber, el discernimiento metafísico, por una parte, y la concentración contemplativa, por otra; o, en otras palabras: la doctrina y el método, o la verdad y la vía. El segundo elemento se presenta en tres aspectos: según cierta interpretación rabínica, el hombre debe, en primer lugar, «unirse a Dios» en el corazón; en segundo lugar, «contemplar a Dios» en el alma y, en tercer lugar, «operar en Dios» con las manos y el cuerpo.