5 de mayo de 1968. Dos hombres se reúnen en la sala de visitas de máxima seguridad de la penitenciaría estatal de Virginia. Solo tienen una cosa en común: el anhelo de recuperar sus respectivas vidas.
En un lado del vidrio divisor se halla Kenneth Deatherage, sentenciado a pena de muerte por la brutal violación y asesinato de una joven. El jurado se mostró de acuerdo con el alegato final del fiscal: toda la evidencia apunta a Deatherage como el asesino, aunque él afirma que las pruebas fueron fabricadas. Asegura que el juez y su propio abogado manipularon el juicio en su contra.
Al frente de Deatherage se encuentra Nate Abbitt, otrora exitoso fiscal hasta que decidió comenzar a beber para superar una crisis de la edad. Cuando finalmente logró vencer su adicción, ya había perdido su trabajo, su matrimonio de treinta años y el respeto por sí mismo. Se convirtió entonces en abogado defensor para casos penales, la única ocupación que logró conseguir tras la crisis.
Cuando el tribunal lo designa para representar a Deatherage en la apelación, Nate no cree en la existencia de una supuesta conspiración para enviar al imputado a la silla eléctrica. Pero su investigación del caso destapa indicios de corrupción en el sistema judicial del condado y el propio Nate se ve acusado de asesinato por el mismo grupo de presión que condenó a su cliente.
Para salvarse, Nate arriesga su vida y la vida de otros, descubriendo en el camino que él y Deatherage tienen mucho más en común de lo que está dispuesto a admitir.