¿Habría roto la regla de oro de aquel matrimonio de conveniencia? ¿Se habría enamorado de su marido?
El jeque Ashraf ibn-Saalem era un hombre inolvidable, pero Karen Rawlins debía recordar las condiciones de su acuerdo: ambos querían tener un hijo, ella sin tener que someterse a un marido controlador y él sin entregar su corazón. Así que se casarían y una vez conseguido su objetivo estarían juntos, platónicamente, el tiempo necesario para dar un nombre al pequeño.
Pero nada sería tan simple después de una noche con el guapísimo jeque. Aunque ya se había quedado embarazada, Karen seguía muriéndose por sus besos.
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